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Presión fiscal y esfuerzo fiscal

Presión fiscal y esfuerzo fiscal. Aprendiendo a diferenciarlos.

Presión fiscal y esfuerzo fiscal. Dos conceptos que la sociedad de la opinión rápida suele utilizar casi indistintamente, cuando en realidad esconden realidades muy diferentes. ¿Por qué? ¿De dónde viene esta confusión? ¿Qué impacto puede tener en el debate sobre subidas o bajadas de impuestos, conveniencia o necesidad de cada una etc.

En realidad se trata de dos métricas. Son dos valores comparados. Y en ambos casos son muy diferentes entre sí. Sin duda que la confusión entre ambos términos proviene de un desconocimiento preciso y exacto de lo que engloba cada uno.

Editaremos el post de esta semana a explicar que son Presión fiscal y esfuerzo fiscal.

Presión fiscal y esfuerzo fiscal

En este año 2021 que acabamos de estrenar, no podemos dejar de lado el difícil contexto que padecemos por culpa de la pandemia del coronavirus. Recién salidos de la segunda ola pandemia, temerosos de una tercera ola que vaticinan algunos especialistas, los españoles estrenamos este año con once nuevos impuestos.

No forma parte de la intención de este artículo repasar cuáles son esos nuevos impuestos. De ellos ya nos ocupamos en otro post cuyo enlace puedes visitar pulsando aquí.

Siempre que se plantea una subida o bajada de impuestos, la opinión pública se divide en el debate sobre si es o no conveniente. Para ello unas y otras corrientes de opinión juegan con el concepto de presión fiscal. Quienes están a favor de los nuevos impuestos suelen argumentar que otros países —con economías mucho más saneadas y envidiables— tienen una presión fiscal muy superior a la propia. Se suele citar el caso de Alemania cuya presión fiscal es muy superior a la española.

Pero esa alusión en sí misma no es suficiente, ya que el concepto de presión fiscal es una métrica muy insuficiente para explicar el encaje que tiene una subida o bajada de impuestos en el tejido social de un país concreto.

Por lo tanto los mejor es definir cada concepto para ver porque decimos esto.

Presión fiscal

La presión fiscal es una métrica que nace de un cociente. Cuando decimos un cociente estamos diciendo una división. La presión fiscal es el resultado de dividir la cantidad que recauda el estado entre la cantidad que produce el país: recaudación/producción.

Si tomamos como referencia este valor diremos que España tiene una presión fiscal alrededor del 35 %. De igual forma tenemos que Alemania tiene un 41% de presión fiscal, mientras que el valor para Argentina quedaría en un 29%. Como a todas luces Alemania representa un mejor modelo económico que Argentina, en España no faltará quien diga que tenemos que incrementar la presión fiscal a imitación del país teutón.

Pero como acabamos de explicar, la presión fiscal no es una métrica suficiente para indicar esa conveniencia o inconveniencia.

Esfuerzo fiscal

El esfuerzo fiscal no compara la recaudación del Estado con la producción del mismo sino con la riqueza de sus ciudadanos que son quienes tienen que hacer frente al pago de sus impuestos.

Cuando utilizamos ese modelo podemos llegar a un entendimiento mucho más clarificador de lo que sucede en esa sociedad con respecto a sus impuestos. ¿Cómo se puede medir ese esfuerzo? Podemos hacerlo usando el índice de Bird. Este valor compara la presión fiscal de un país con la renta percápita del mismo.

Cuando así lo hacemos obtenemos que para notar en Alemania la dificultad que experimenta un argentino medio para pagar ese 29% de presión fiscal en el país bávaro la presión fiscal debería ser de nada menos que el 68%.

Ejemplo práctico

Supongamos un país A y un país B. En un año en el país A, tendremos que pagar 200 € de impuestos mientras que en el país B —para el mismo periodo de tiempo— tendremos que pagar 2000 €. A priori todos querríamos vivir en el país A que tiene una presión fiscal 10 veces menor.

Pero consideramos otro dato: en el país A tendríamos un salario anual de 400 €, mientras que en el país B tendríamos un salario anual de 100.000 €. Si comparamos las dos variables preferiríamos vivir todos en el país B, que tiene más presión fiscal porque tiene mucho menos esfuerzo fiscal.

Aquel país que a priori parece una ganga por su baja presión fiscal en realidad es un país con un afán recaudatorio mucho más pronunciado que aquel país que en apariencia recauda más impuestos.

Conclusión

Cuando participamos en el debate sobre una subida o bajada de impuestos, la presión fiscal no es un argumento suficiente. Incluso podríamos decir que es una métrica algo descontextualizada. Es mucho más razonable graduar los impuestos que se recaudan o pretenden recaudar con respecto a la riqueza de aquellas personas que van a tener que pagarlos.

Levantar un objeto que pese 5 kg probablemente es muy sencillo en comparación con levantar otro que pese 15 kg. Pero si el encargado de levantar los 5 kg es un niño de un año y el encargado de levantar los 15 kg es el campeón mundial de halterofilia, Resultará que la masa tres veces inferior representa un esfuerzo muy superior para la persona en esta comparativa.

La proporcionalidad es muy importante.