Los niños en el divorcio es un tema que preocupa a los adultos. Son muy sensibles y dudamos acerca de su capacidad para transitar por un procedimiento que, de por sí, al propio adulto le cuesta asumir.
El hijo menor puede ser oído durante el proceso de divorcio. Sin embargo, para ello, el niño debe ser capaz de discernir, es decir, debe ser capaz de expresar una opinión ponderada gracias a su madurez y comprensión. De hecho, no hay una edad mínima para ser oído.
Dice el teórico Pierre de Lara, especialista en psicología infantil:
“La pareja a menudo hace que el niño lleve la peor parte de la separación. Lugar de conmemoración de un sueño perdido, la función del niño es negar la muerte de la pareja conyugal, mantener artificialmente viva la imagen del cuerpo de la pareja fallecida, llevar los restos del objeto-pareja”.
Es por esto que, para un niño, la separación o el divorcio de sus padres nunca es fácil, independientemente de la atención que le dedique su entorno y aunque así termine una situación anterior dolorosa y conflictiva.
Suele ser una prueba difícil y traumática para los pequeños, cuyos efectos patogénicos dependen de la edad del niño, su etapa de desarrollo, la naturaleza y modo de expresión del conflicto conyugal y las circunstancias socioeconómicas. Todo puede influir y no debemos despreciar ningún ángulo al analizar al niño.
Los niños en el divorcio: difícil, pero, a veces, un alivio.
Según una investigación longitudinal realizada en Estados Unidos entre 1980 y 1997, a nivel nacional, y publicada por dos sociólogos, Booth y Amato, en el número de febrero de 2001 del Journal of Marriage and the Family, «los hijos de parejas que discutir abiertamente les va mejor psicológica y socialmente después del divorcio que a los hijos de parejas cuya relación muestra pocos signos externos de conflicto… Los hijos de padres conflictivos experimentan el divorcio como un final bienvenido para una vida familiar, disfuncional y desagradable. La separación tiene efectos más positivos que el mantenimiento del matrimonio. Por otro lado, los niños cuyos padres parecían tener pocos conflictos tienden a ver el divorcio como una tragedia personal y experimentan grandes dificultades, tanto psicológicas como sociales, concernientes entre otras cosas a su propia capacidad para formar relaciones íntimas de calidad.
Los que corren mayor riesgo son los niños que niegan cualquier dolor o preocupación por el divorcio de sus padres, encubriendo su ansiedad o sentimientos de culpa a través de negaciones y racionalizaciones, «o varios trastornos que describiremos más adelante» afirma el mismo estudio, de Booth y Amato.
En este sentido, la mediación familiar, crece en importancia porque se conviete en un lugar para expresar sus conflictos, un espacio mentalizador que impide que lo irrepresentable se asiente en el niño y ayuda a la pareja a aceptar sus límites.
Propone un medio para restablecer la comunicación y lograr, a través de ellos mismos, soluciones negociadas en torno al ejercicio conjunto de la patria potestad, cuya consecuencia positiva es la reducción del sufrimiento del niño, en particular de su nivel de ansiedad y depresión.
En Sendra abogados somos especialistas en Derecho de Familia y podemos ayudar a las familias en sus procesos de divorcio. Con sensibilidad y con eficacia, porque lo uno no resta a lo otro.